El Viajero a través del Tiempo, se le podría llamar así por que nos expone una misteriosa cuestión. Sus ojos grises brillaban lanzando centellas, y su rostro, habitualmente pálido, mostrándose encendido y animado.
El fuego ardía fulgurante y el suave resplandor de las lámparas incandescentes, en forma de lirios de plata, se prendía en las burbujas que destellaban y subían dentro de las copas, los sillones, construidos según sus diseños, que nos abrazaban y acariciaban en lugar de someterse a que nos sentásemos sobre ellos; y había allí esa atmósfera de sobremesa que hace que los pensamientos vuelen libres de las trabas de la exactitud.
El autor de este libro nos explica con puntos estratégicos lo que nosotros admiramos de forma perezosamente, para mirar de aquella nueva paradoja y fecundidad de las cosas.
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